Es como si hubiera reconocido el error desde antes de que ocurriera. No, es como si Foucault lo hubiera advertido: no muerdas tu dedo índice si no te vas a echar a Chomsky.Como mínimo a él le dieron un minuto. El error lingüístico, síntoma subliminal del habla. Estoy haciendo un collage con frases impactantes para clasificar, ordenar y yuxtaponer emplazamientos. Mentiras, sentencias y chistes; mucha gente opina que la verdad es relativa y hasta ahí, pero nadie se atrevería a cuestionar cuán mentira constituye lo que se dice, que de por sí es poco. En cambio yo sí diría que la mentira es relativa. Continúo con el collage. El silencio no hace brotar en parte alguna el relámpago del encuentro poético; sólo esquiva la más discreta y la más imperiosa de las necesidades; sustrae el emplazamiento, el suelo mudo donde los seres pueden yuxtaponerse. Desaparición que queda enmascarada o, mejor dicho, irrisoriamente indicada por la clasificación y el orden de los minutos, que sirven supuestamente de hilo conductor (el único visible) a la enumeración de una pequeña historia de la duda. ¿Cómo sería? Habría comenzado en una isla donde no habría drogas, habría poca comida y un sólo hombre. Este hombre habría nacido allí, por generación espontánea, desnudo, sus pies cubiertos con unos calcetines; habría habido a su lado un cuaderno en el que se encontrarían largas cartas, yuxtapuestas, escritas con letra muy pequeña salida de un bolígrafo raído. No como sus calcetines, éste habría sido libertino, sin decoro, como las frases en el cuaderno. Mec habría desarrollado las habilidades necesarias para decodificar el contenido de las veintinueve hojas, incompletas todas, del diario en que la arena formaría las letras: de ahí que fueran tan pequeñas y que el suelo se encontrara mudo. Sería de color negro, parecería un gran abismo, de modo que Mec no podría salir de él sin meterse en otro: el mar. El color del mar no importaría porque, en lo que respecta al diario de viaje lleno de historias emplazantes escritas con lo inombrable de la isla, con su voz, no habría más qué decir. Sólo una frase al final de la hoja veintinueve, incompleta: la muerte es
Desde entonces Mec se dedicaría a resolver los enigmas que habría decidido encontrar en lo que llamaría "cuaderno", que por evolución lingüística se convertiría en un "diario", que más adelante Mec habría titulado "diario de viaje". Las letras, el título, habrían sido de tinta, arena, sangre; negras todas ellas. Las frases habrían sido decodificadas a manera de partitura y todo lo que se habría construido como un enigma sería acompañado por un delirio paranoide que marcaría el paso de un minuto a otro conforme al recorrido que Mec habría de hacer en círculos por la franja de costa. Resolvería este déficit construyendo una máquina sintetizadora en la que pudiera captar los sonidos que las frases generarían al rebotar en el abismo y al amplificarse en las ondas del agua de mar, que gustaría de encontrar salada, con lo que su objetivo sería silenciar el tiempo y sus opiniones así como completar las frases del diario. De todas le interesaría la última, particularmente, por lo que la mantendría intacta hasta resolver las otras, habría deseado que fuera especial.
Pasarían años para que dejara de aburrirse con su pequeña máquina de sonidos, pequeñas como serían las letras, y se percatara de que cada vez que las tomaba con sus manos y las echaba al suelo mudo para encontrar en el agua su traducción, las frases se reconfigurarían tantas veces que sin darse cuenta habría pasado una tercera parte de su vida persiguiendo fragmentos de sonidos polimorfos y contingentes, con la ayuda de un abismo silencioso que jamás habría sido su intención abordar y que volatilizaba todo el tiempo la composición de las frases y su sentido. La arena se acabaría pronto. En todo este tiempo sólo habría encontrado un patrón en los sonidos que traducía de las partituras. Habría venido de la hoja veintiuno, todavía: Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor.
A partir de ahí Mec habría cambiado su obsesión por descubrir el contenido completo de la última frase del diario y se decidiría a cambiar también sus hábitos. Ahora se obsesionaría por la frase de la hoja veintiuno, por lo que sólo habría atinado a echarse al mar a fracasar. Dudaría solamente acerca de las formas en que podría hacerlo.
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