Quería rellenar este vano con una frase que hiciera de coordenadas para componer un espacio, dejar para después lo que podría hacer toda mi vida y mostrar mi sorpresa al encontrar el texto de un fragmento que escuché perdido entre melodías y declaraciones de dolores. Sé que al ser dicha, mi sorpresa será menos que una anécdota corta e insulsa. Lo que dice Julio no es algo más de lo que cualquiera podría darse cuenta, que el tiempo es relativo y que su futuro es mi presente que vivo desde el pasado, con el acceso a él que me deja su huella, una voz muerta, una grabación. Unas palabras y bum! todo se contrae hasta desaparecer y dejar este vacío que me provoca repulsión, donde no sé si inventar o continuar con la que se ha vuelto mi tradición de "ágrafo trágico", simulando decir. Estoy segura de que si Girondo no hubiera [d]escrito la enfermedad no estaría yo viviendo este aciago futuro, desde un pasado que no es el mío. Ningún pasado es propio, eso no tiene nada de nuevo ni de trágico, pero si el futuro tampoco lo es el presente se vuelve insulso y anecdotario.

Crustáceo decápodo que vive en caparazones vacíos de caracoles; porque Girondo ya no está aquí, tampoco Julio. Sólo queda este punto de inflexión donde necesito buscar los momentos que todavía no existen para mí. Quedarme parada frente a la estufa con la lucecita de la campana prendida, tampoco ayudará porque esa es una solución de un futuro que para mí es pasado. Suena lógica la funcionalidad que tiene crearse un hijo para depositar en él toda mi tragedia, pero además de ser una solución poco original es demasiado obvia. Crear un personaje para quien mi tiempo presente está en su futuro y su presente es mi futuro ya pasado, en implosión todo, donde reconstruirá desde el vacío y que además éste sea mi hijo acrecenta el conflicto para quien ser hijo es la única opción. Crearme un personaje que, por el contrario, fuera el padre para poder continuar en mi posición de hijo sigue siendo un plagio y una opción poco viable, caería en una espiral de mi tragedia: el presente del "hijo" que es el futuro ya pasado del "padre", donde ese hijo debe componer un futuro al cual accederá desde su presente, que será el pasado de otro.

En fin, son tres puntos. Y se tienen los tres en todo momento, es casi como una versión circular del tiempo y el espacio. El pasado que es presente y que determina el futuro que para otros es un presente no ausente del pasado. Es casi hermenéutico. Pero fuera de lo criticable que tienen las palabras "determina", "padre", "hijo" y lo reiterativo que tiene todo esto

[además de que no explicaré ahora por qué es casi hermenéutico ni explicitaré el tema de la versión circular del espacio que en realidad no es sólo espacio sino espacio-tiempo],

hay detrás una obsesión provocada por la idea del "ágrafo" y lo cerca que está eso de ser visitado por otras memorias toda la vida sin poder jamás ser ese visitante. Ser un viajero o ser el sedentario de los caparazones abandonados, invasor; aportar o recoger lo que aleatoriamente llegue. Voz al fin muerta o depositario inanimado donde las palabras hacen lo suyo. Y como las palabras no son malas ni buenas... a saber lo que pasará, cualquier aletoriedad seguramente. No quiero imaginar cuántas otras tragedias me visitarán con Bartleby y compañía. Las implosiones me repugnan pero detesto dejar "espacios" en blanco cuando esto ocurre.

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